
Por Jerónimo Guerrero Iraola
El abogado platense reflexiona sobre la importancia de volver a pensar la ciudad desde la hoja en blanco. Su espacio, Sumak Kawsay, comenzará a dar batalla para devolverle a la ciudad “el esplendor que merece”. Desafío Benoit es el nombre que han dado al proyecto por el que buscarán instalarse en el debate público.
Hacer comunidad es el punto de partida de cualquier proyecto grande. No es difícil de entender. Lo hemos visto con la Scalonetta. Que haya equipo, y que ese equipo juegue unido, buscando objetivos comunes. Mucho se habló de la selección: que faltaba experiencia en el cuerpo técnico, que algunos jugadores no eran del todo conocidos. Pero llegó la Copa América, y ahí nos volvimos a ilusionar con ganar “la tercera”.
Con nuestra ciudad pasa algo parecido. Reina un clima de resignación. La Plata hace muchos, pero muchos años que no nos ofrece comunidad. Al decir comunidad, refiero a un qué y un para qué. ¿Qué puedo hacer en La Plata? ¿Qué me ofrece? ¿Cuál es el proyecto colectivo en el que se va a inscribir mi proyecto personal? Nadie se realiza en una sociedad que no se realiza. Tenemos todo para volver a ilusionarnos, pero falta la mirada que conecte puntos de forma distinta, que se anime a poner las cosas patas para arriba, a acomodar las piezas de otro modo. Por eso pusimos sobre la mesa la idea de Desafío Benoit, porque hay que hacer dialogar a nuestra historia, con el presente y el futuro.
No es cierto que no se pueda proyectar una ciudad distinta. El libro “La ciudad de las ranas”, recientemente publicado, nos permite recrear cómo en unas tierras que eran bañados, se pudo levantar una ciudad modelo. La visión, el proyecto y el empeño de nuestro fundador, Dardo Rocha, y la ejecución de un cuerpo de arquitectos liderados por Benoit permitieron pasar de los pantanos a Plaza Moreno, al edificio de la Legislatura o la Gobernación, a la Catedral (que figura entre las más grandes del mundo) o el Palacio Municipal. En épocas en que las revoluciones industriales traían pestes, diseñaron la ciudad para que haya sol en todas las veredas, plazas y avenidas cada seis cuadras (la experiencia del COVID-19 nos vuelve a invitar a pensar en estos temas).
La Plata necesita, hoy, un perfil productivo claro para los próximos 50 años. Consideramos que el horizonte está en la investigación y desarrollo en torno a la bioeconomía. ¿Qué es esto? Muy sencillo. Nuestra ciudad cuenta con una Universidad que está entre las más prestigiosas del mundo. Además, hay ciencia en todos lados: CONICET, CIC, entre otros laboratorios e institutos que, para nuestra mirada, todos los días hacen algo de ciencia ficción. Entonces, lo que tenemos que lograr, es que La Plata sea un faro de innovación. Que produzcamos las ideas y la tecnología para producir lo que demandará el mundo: energía, alimentos y agua potable.
Para que eso suceda, hay que crear un entorno. Hace poco, tuve en mis manos la caja de un teléfono Apple. Al abrirlo, leí algo que hizo sentido con esta idea: “Pensado en California”. La industria del pensamiento y las ideas tiene que ir de la mano de un Estado que acompañe las iniciativas. Que defienda, desde nuestro Sur, el valor de las ideas, que se encargue de liberar a las y los científicos/as y creativos/as del peso burocrático de patentar el conocimiento, que les brinde infraestructura, incentivos fiscales, reconocimiento público. En concreto, La Plata debe vender al mundo cómo producir más y mejor, cómo implementar tecnología “pensada en La Plata” para resolver los problemas comunes que enfrentaremos entre 2050 y 2100 (aumento de la población mundial, cambio climático, entre otros).
Ese modelo productivo, que se inscribe dentro de la llamada “economía del conocimiento”, debe ir acompañada de un proyecto integral para formar programadores/as. La Plata debe proporcionar a la Argentina unos 10.000 programadores/as en los próximos 5 años. Esto es posible. Hay experiencias en el mundo, como el caso Laboratoria en Perú, que nos permiten apreciar que es más fácil de lo que parece. Con estas líneas, La Plata debe dejar de mirar solo a la Autopista La Plata-Buenos Aires, para comenzar a dialogar con un mundo que espera con los brazos abiertos el talento, el conocimiento y la tecnología. De La Plata para el universo. California, Israel, son muestras de cómo se puede trabajar desde una mirada soberanista, añadiendo valor a los procesos.
También, proponemos un proyecto integral en materia de turismo. Parte de nuestra historia arquitectónica, social y cultural, deben ser monumento histórico nacional. Deben ser patrimonio de todos y todas los argentinos/as, de toda la región. Para ello hay que descentralizar el “casco histórico” y pensar la ciudad como un todo (hay que salir de la dicotomía “casco-periferia”, la ciudad es una). Hay que impulsar polos de administración pública municipal y provincial en zona oeste y zona sur. Esto debe comprender, también, al Poder Judicial. Hay que exigir a la Provincia de Buenos Aires que emprenda las obras necesarias, a partir de la tasa de capitalidad (lo que debería pagarnos como ciudad por tener los edificios en nuestro territorio) que no nos paga desde hace muchos años. De este modo, el tránsito de vehículos y personas será dirigido a otras zonas, circunstancia que produce efectos virtuosos: desarrollo económico y urbano.
Estas son solo tres de las muchas ideas que tenemos para la ciudad. Desde Sumak Kawsay, entendemos que hay que forjar lineamientos claros y promover los acuerdos necesarios para que La Plata vuelva a brillar, retome esa idea de faro en materia de producción e innovación. Que ofrezca expectativas, ideas de desarrollo colectivo e individual, propuestas para hacer familia, para quedarse, para apostar. Una idea que promueva la movilidad social ascendente y oportunidades reales para que, generación a generación, podamos estar mejor. Como aquellos obreros que vinieron a construir de la nada esta ciudad con sus manos, y que vieron cómo, dos o tres generaciones después, se pudieron arraigar y construir proyectos hermosos de familia y comunidad. Una ciudad inclusiva, verde y moderna. Vamos a hacerlo. Nos volvimos a ilusionar…