VATICANO- Antes de emprender su viaje a México, el Sumo Pontífice manifestó que «está muy preocupado» por la detención de la titular de Tupac Amaru.
Francisco envió el rosario con Enrique Palmeyro, uno de los argentinos de su mayor confianza, ex seminarista y número dos de Scholas Ocurrentes, la red global de escuelas con estatus pontificio que nació en el Arzobispado de Buenos Aires y ahora trabaja a nivel mundial. Palmeyro se acercó al acampe de la Tupac Amaru en Plaza de Mayo «apenas bajó del avión», explicó al diario Página/12 Alejandro «Coco» Garfagnini, de la organización. El acercamiento que da cuenta del nivel de preocupación de la Santa Sede por una situación denunciada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la ONU, agrega una cuota de tensión a la ya tensa atmósfera con la que se prepara el primer encuentro entre el Papa y el presidente Mauricio Macri, previsto para el próximo 27 de febrero.

El rosario todavía no llegó a manos de Milagro Sala pero los integrantes de la organización le avisaron apenas lo recibieron. Emilio Pérsico del Movimiento Evita –uno de los espacios que sostiene el acampe y el reclamo– recordó a este diario que cuando la visitó a ella en la cárcel donde comparte la comida con el resto de las presas, vio que Milagro colgó en una pared el rosario que le regaló el Papa en junio de 2014, durante el encuentro que mantuvieron en la Santa Sede.
Los reclamos por la detención de la dirigente indígena comenzaron a escucharse desde las primeras horas. A las voces de los organismos de derechos humanos locales como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, HIJOS, la Asamblea Permanente por los derechos Humanos, el CELS y Amnistía Internacional se sumaron voces y presentaciones judiciales en foros locales e internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la ONU. El ex ministro de la Corte Eugenio Zaffaroni que hoy es integrante de la CIDH calificó la detención como un «escándalo internacional» y en línea con las organizaciones territoriales encuadró su detención como una detención política. Entre esas primeras voces que se levantaron, también hay que situar a los sacerdotes nucleados en Curas en Opción por los Pobres. El 31 de enero en Plaza de Mayo pidieron que el Papa no reciba al presidente Mauricio Macri y durante una misma advirtieron: «tenemos una hermana presa, presa política». El padre Eduardo de la Serna dirigiéndose a «los CEO» de la Casa Rosada agregó: «Y nosotros no podemos no estar allí donde los pobres son maltratados.» Son ellos quienes vienen además sosteniendo misas y presencias diarias en la carpa.
La intervención de la Iglesia oficial, en cambio, comenzó a hacerse notoria hace unos días. Luego de un encuentro con más de 30 organizaciones que manifestaron su preocupación por la situación de Milagro, el obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, Jorge Lozano, pidió una reunión con el jefe de gabinete Marcos Peña. La reunión se hizo el jueves 4 de febrero en la Casa Rosada. Peña lo recibió junto al ministro del Interior, Rogelio Frigerio y al secretario de Culto, Santiago de Estrada. Con el obispo Lozano fueron Emilio Pérsico y Alejandro Garfagnini. Lozano que se llamó así mismo como «facilitador» y no «mediador», explicó luego del encuentro que «me he comprometido a hacer las gestiones para que pudieran tener esta reunión». En el durante, hubo también otras gestiones menos visibles. La propia organización con base en Jujuy pidió la mediación del obispo de Jujuy, César Daniel Fernández, en diciembre cuando comenzó el acampe en San Salvador y antes de la detención de Milagro.
Asimismo ayer, en una carta enviada desde la cárcel y publicada en Facebook, Milagro Sala sostuvo que “soy cristiana a mi modo; creo en la espiritualidad, creo en las ceremonias, creo en las tradiciones de nuestros abuelos. Por eso, repito, no se debe mezclar la política con nuestras creencias”.
“Lo que hicieron Gerardo Morales y Macri, está mal; esas ceremonias son sagradas: tienen sus fechas, tienen sus rituales, no se pueden inventar celebraciones», criticó la dirigente político-social jujeña detenida desde el 16 de enero último.
Luego recordó que “nosotros, en la Tupac, siempre hicimos ceremonias. Son ceremonias que nos hacen bien y que nos esclarecen” y mencionó el Inti Raymi, el 21 de Junio; el año nuevo de los pueblos originarios, el Capac Raymi y el festejo de la Pachamama, en el mes de agosto, para los que invitan a chamanes aymaras y kallahuayas como la “Mama Quilla”.
Para estas ceremonias, se invita a que participen, dijo, “a todos los pueblos originarios de Jujuy, desde los kollas hasta los guaraníes y mburumbichas ‘tilizar’”.
En ese contexto, expresó: “No soy chamana, soy una líder social (no me gusta decir yo, ni hablar de mi misma) que invita a los que saben hacer las ceremonias y respeto mucho lo que ellos dicen y respeto a nuestros abuelos. Escucho siempre a nuestros abuelos y, a veces, ellos me retan cuando no hago las cosas bien”.
Por otro lado Sala, se refirió a la visita que realizó “por primera vez al papa Francisco, junto a algunos hermanos, le dije que estaba enojada con la Iglesia por un tema que viví cuando era chica por la limosna que no pudo dar un pobre; pero, sobre todo, estaba muy enojada, estaba resentida por todo lo malo que la Iglesia hizo con los pueblos originarios desde la conquista. Por la muerte, por la explotación de los hermanos, por las riquezas que se llevaron”, señaló.
Luego destacó un gesto del sumo pontífice: “Nos sorprendió y mucho cuando, de pronto, pidió perdón por lo que hizo la Iglesia. Lo único que nos solicitó entonces fue que ese pedido de perdón lo mantuviéramos en reserva hasta que él mismo lo hiciera público en el lugar y en el momento adecuado…”.
Resaltó cuando “un año después, cuando visitó Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, pidió el mismo perdón en un mensaje que llegó a todo el mundo delante del hermano Evo Morales y de representantes de los pueblos originarios y de los movimientos sociales. En ese justo momento, lo estábamos viendo y lo estábamos escuchando y entonces me emocionó y lloré junto a mi marido porque él había cumplido su promesa».
«El Papa es un buen hombre. Es un hombre que cumple su palabra”, escribió Sala en la carta remitida desde la cárcel del barrio Alto Comedero, de la capital de Jujuy.