Arte al plato: Crisol de memoria gustativa

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Por Emanuel Toranzo.

«La calamidad de lo inexplorado movía sus extremidades como conociendo el camino, en cámara; lenta las piedras lijosas bajos sus pies, calzados con naturaleza y conexión los pasos son meditados y sinceros, el camino frente a él es de tierras rojizas y santas, colmadas de praderas verdes y certeras danzando al ritmo del viento que comenta la proximidad de la tormenta.

Cautivado y lleno de consecuencias lo recuerdo, probando todo lo que a su alcance esté sin miedo a la ponzoña, cambiando de perspectivas lo identifico al Don, un temerario y tierno soñador de sabores, con el fin de comunicar vida y conocimiento adquirido lo describo y allí está, caminando el sendero hacia la cultura de los antiguos dueños de ese paraíso.

La tribu lo recibe emblemático, desconcertadas las mujeres siguen lavando sus prendas contra las piedras en esa agua de afluentes prolijos y los gurises se esconden repentinamente entre barros, gallinas, maíces y monos Caí. Fogones que comienzan a arder diseminados entre los hogares nacidos de la misma tierra pues edificados con gran gentileza, la amabilidad se presenta en forma de un mate de hierbas jamás probado…el primer contacto con la elegancia de esta cultura; lo traigo a la memoria al cocinero con esa mueca de placer y de agradecimiento por el obsequio líquido y tibio que generó memoria en él.

Comienzan a interactuar las ideas en ese crisol de culturas argentinas, la energía se incrementa y la conexión aún más, el Cacique y el Cabo de la aldea direccionan a este sutil cazador de anécdotas hacia los maizales después del arroyo donde su choza de sanación está, respeta cada pisada de sus pies como un regalo de la vida pues es suelo sagrado, solo los Mbya Guaraníes pueden acceder y él está allí, atónito y sanando.

De repente, de un cielo cubierto un haz de luz intriga demasiado su visual, entre chalas secas y decenas de polillas la punta del oro comestible de un color roble oscuro se deja ver; sin pensarlo demasiado e impulsado por su expresión boquiabierta, pide permiso en el camino y toma el maíz morado, colmado de información y crónicas de un pueblo sin mal; el cacique habla en su lengua al cabo, sonríen, deliberan y de forma casi inesperada obsequian otras variedades este producto tan noble al alquimista de ideas. La despedida fue inolvidable, se vuelve por el mismo camino pero completo de alguna forma, en la tribu quedan los comentarios, en el cielo la lluvia que no soporta más su peso y cae, en su mochila aventurera, las semillas más preciadas y un regalo de luz.»

Mis queridos lectores, demasiadas las horas de viajes que nos distanciaron pero volvimos con muchas historias para contar, sabores para deleitarnos y mucha cultura que estoy ansioso de compartir con ustedes. En esta ocasión, retomamos con los sabores ocultos de nuestras tierras ancestrales, con mucha cultura por aprender y deliciosas formas de preparar comida.

La tribu Mbya Guaraní me recibió con los brazos bien abiertos y quiero compartir una receta milenaria que podemos recrear en casa de la forma más simple; hoy nos deleitaremos con Mbyta, una cocción a base de maíz fresco que no pueden perder de saborear. Vamos a la cocina al aire libre, donde los fuegos y los brasas nos acompañan:

Ingredientes: Choclo blanco o amarillo 2kg y sal a gusto.

Utensilios: Olla de hierro preferentemente, mortero (Angua) y un pisador (Mbisoka)

Forma de cocción: Asado

Procedimiento: 1-Desgranar el choclo y molerlo en el mor-tero (en el caso de no tener mortero, rallarlo o procesarlo) 2-Unir todo, formar un bollo y aplanarlo según el tamaño de la olla. 3-En la base de la olla colocar varias hojas de banana e incorporar el bollo (debe tomar la forma de la olla). Cubrir nuevamente con hoja de banana, luego sobre estas disponer ceniza tibia y brasa. Llevar la olla a fuego lento durante una hora aproximadamente sin revolver.

Esta receta tan sencilla puede ser guarnición de algún asado o pollo a las brasas alimonado, ya que en sabor tan acentuado y dulce del maíz en esta preparación resaltara el sabor de las proteínas, puede enriquecerse con vegetales asados acompañados de algún aliño especial o con alguna salsa rápida tomatada, cebollas y morrones asados.

Los espero en la próxima a-ventura, descubriendo y compartiendo sabores autóctonos

Coman rico, respetemos las culturas.

 

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