Recetas que no se venden en rotiserías

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Creo que era la olla que había comprado mamá con su primer sueldo de maestra. Entre mis manos de nena flaca y debilucha de apenas 10 años se sintió muy pesada. Tuve que ponerme en puntas de pie para sacarla de la alacena y ponerla a fuego fuerte en la hornalla de adelante a la izquierda, como ya me había enseñado.

Mientras se calentaba, con apenas un chorrito de aceite le puse sal y romero a la carne y muy despacio, sin quemarme la deposité suavemente en el fondo de la cacerola donde el contacto con la superficie caliente trajo consigo ese esperado sssshhhhhh que tras dos horas de cocción daría paso a un dorado perfecto.

Luego una cebolla chica, la mitad de un morrón, unos dientes de ajo a los que le quité esa brote verde que tiene en el medio (porque es lo que lo hace amargo) y recién después de dar vuelta la colita de cuadril, despacito, despacito, tiré encima el caldo de carne para que quede bien tierna. ¡No te olvides de ponerle la tapa a la olla! alertó mamá desde un rincón donde disimuladamente había espiado cómo me desenvolvía. Ya en la mesa mi cara era pura satisfacción y su sonrisa todo orgullo.

En casa a ese manjar le llamábamos “carne a la cacerola” y debía estar acompañada imprescindiblemente con un arroz a punto el cual regábamos con la salsa en la que se había cocinado esa maravilla y en donde quedaban perdidos los palitos del romero.

Luego de esa receta siguieron muchísimas más que en la actualidad preparo para saciar el apetito voraz diario de los adolescentes o, especialmente cuando viene alguien querido y lo quiero agasajar.

Hoy en día con tantos trastornos de alimentación y deliverys pocos confiables dando vuelta,  trato de que ese momento sublime, ese acto de amor que es cocinar no me sea arrebatado por la locura del escaso tiempo en la agenda. Y en las paredes de casa cada vez que amenaza una gran tormenta, una lluviecita de verano o tan solo pasa una nube llorando es inevitable el resonar de los gritos entusiasmados de los chicos: ¡hagamos tortas fritas, hagamos tortas fritas!