El Museo de Bellas Artes exhibe una muestra única de Pérez Celis

CAPITAL FEDERAL– «Pérez Celis. Testimonio americano» es el nombre de la exposición que desde  hoy se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes, más de 70 obras que indagan en la impronta americana del artista argentino y viajero incansable que con su pincel plasmó en colores e imágenes las simbologías culturales y naturales de cada uno de los escenarios que visitó.

Al igual que su obra -libertaria, creativa, prolífica y popular-, Pérez Celis (1939-2008) vivió su vida en torno a esas cualidades, fue un nómade curioso e inquieto que residió en numerosas ciudades del mundo: Miami, Nueva York, Lima, Montevideo y Caracas, aunque la muerte lo encontró en el lugar al que siempre regresó, Buenos Aires.

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De esas estadías, para las que construyó sus propios talleres como el último en Nueva York, versa la nueva exposición del Bellas Artes, que bajo la curaduría de Cristina Rossi rastrea la fuerza de los viajes en su producción y ofrece una relectura sobre los rasgos americanos tan presentes en su obra.

De ahí entonces que “Testimonio americano…” no sea una retrospectiva, «sino un recorte basado en el espíritu viajero de Pérez Celis”, indicó Marcela Cardillo, directora del museo, y en este sentido su curadora destacó la “preocupación permanente del artista por expresar los rasgos americanos”.

La muestra está organizada en base a seis núcleos que bucean precisamente en las transformaciones de su trabajo a través de pinturas, xilografías, esculturas e ilustraciones que comprenden casi toda su trayectoria artística, desde 1950 hasta el año 2000.

Montevideo es la partida de ese itinerario, allí Pérez Celis, hacia fines de los 50 despliega su herencia del muralismo y la tendencia ‘vasarelyana’ en sintonía con el op art (arte óptico) de Víctor Vasarely, tan disruptivo en aquellos años.

Desde allí este “trabajador incansable”, además de viajero incansable en palabras de Rossi, continuó su desplazamiento a Perú, Lima y Machu Picchu, con obras llenas de colores –el oro, la plata, los matices terracotas- y un trasfondo incaico: El pintor “sigue interpretando su entorno de manera muy libre pero ya aparecen algunas simbologías muy claras, como el culto solar”, explica la curadora.

La huella americana se potencia en Quemú Quemú, provincia de La Pampa, con obras como “Pampa Roja”, además de otros amaneceres y atardeceres infinitos a los que retrató en busca del `campo raso`: “Me nutrí de la fuerza y el espíritu que trasunta el paisaje, del contenido emocional y escénico de la llanura”, declaró el artista alguna vez.

Luego de la llanura pampeana, Pérez Celis se dejó seducir por lo vertical de Caracas, Venezuela, donde se instaló rodeado de torres de petróleo, rascacielos y edificios altos y delgados. “El paisaje no era sólo su entorno, sino también el paisaje humano”, sostiene la curadora, sobre esa porción de su obra marcada por rasgos culturales y religiosos.

La muestra continúa con París, donde por mucho tiempo tuvo su taller hasta que consideró que la vanguardia ya no era Europa, sino América; en esos años, el probó obras en nuevos soportes y formatos con «una imagen que de ascensional comienza a hacerse zigzagueante”, describe la curadora.

En 1983 Pérez Celis, ya instalado en Nueva York, selló su impronta de pinceladas gigantes y chorreaduras de pintura en obras gran tamaño; ahí, señala Rossi, “empieza la libertad en todo sentido: materia, soporte, creatividad”, tachaduras en blanco y negro, acrílicos, efectos tridimensionales y texturas representan la particularidad de su paso por el norte del continente.

La muestra se desarrolla además entre ejes que reflejan la relación del artista con la ilustración, su acento en lo espiritual y su huella como heredero del muralismo y defensor de un arte para todos, así como los imaginarios cotidianos y entornos públicos en los que se inspiró como la cancha de Boca.

Declarada de interés por la Cámara de Diputados de la Nación, «Pérez Celis. Testimonio americano» se puede visitar con entrada gratuita hasta el 22 de noviembre en el Museo Nacional de Bellas Artes, ubicado en avenida Del Libertador 1473, de martes a viernes de 12.30 a 20.30, y los sábados y domingos de 9.30 a 20.30.